domingo, 10 de octubre de 2010

Agónico Predecible Crónico


Aquí me tienes, anclado.
Cuarenta campanas resuenan
entre alma y esternón.

Arden mis ojos,
expuestos al infinito.

Calcinados, cegados,
dibujan tu silueta
con retazos de horizonte.

Los minutos se deslizan,
caen, sin dar tregua.

Sonando está nuestra hora...
y cantan los ruiseñores
infundiéndome su fuerza
en bajamar:

"No des la vuelta, tú quieto,
no te marches todavía,
también siente ella la llamada
del amor agonizante
en su ventana".

Y aquí me tienes, anclado.
Y arden mis ojos.
Y los minutos se deslizan.
Y suena ya nuestra hora
y cantan los ruiseñores...

Ven pronto o seré cambiado
por una estatua de sal.