Aquí me tienes, anclado.
Cuarenta campanas resuenanentre alma y esternón.
Arden mis ojos,
expuestos al infinito.
Calcinados, cegados,
con retazos de horizonte.
Los minutos se deslizan,
caen, sin dar tregua. Sonando está nuestra hora...
infundiéndome su fuerza
en bajamar:
"No des la vuelta, tú quieto,
también siente ella la llamada
del amor agonizanteen su ventana".
Y aquí me tienes, anclado.
Y los minutos se deslizan.
Y suena ya nuestra horay cantan los ruiseñores...
Ven pronto o seré cambiado