jueves, 14 de abril de 2011

Esta vez... las nubes juegan en mi contra


Y está ahí... ese toque de otoño invernal, como el de la Avenida San Pablo.. como si fuese un estereotipo de un cementerio o un pueblo fantasma. El firmamento se adorna por una tímida capa de nubes, en las cuales puede verse a sicarios rayos de sol penetrando en ellas. A pesar del cuasidelito, todavía no llueve. Me inquieta un poco. Me pone nervioso el color arena de las hojas que dudan en caer de los árboles, porque saben que serán aplastadas por desconocidos que abarcan un rumbo fijo, constante. A veces indeterminado. Y las líneas que separan las calles parecen anguilas qué juegan con los tonos grises del cielo. Gris en la tierra, gris en las casas y gris el espacio. Qué más... a sí! el viento. El viento vuela y sigue, surge y desaparece. El viento lleva al éxtasis, a sentirse emperador de las sensaciones por un intervalo de tiempo ínfimo. Como también induce al frío. También a la pena. El viento es quien se encarga de recordarte las culpas que nunca tuviste. El viento abofetea los instantes deficientes, y te deja con el yerro y la angustia. Las micros van y vienen, los autos también. Con sus bocinas que interrumpen la "calma" y que objetan la "paz". Por las calles perpendiculares del poniente de Avenida Santa Isabel se ven diversos Wolskwagen escarabajos, pero ya no tengo a quien golpear. Ya intentar jugar con otra persona es poco hilarante, tedioso y hasta inoportuno. El Parque Forestal es la cuna y la procedencia misma de todas las aflicciones, consternaciones y desconsuelos de dos amantes. Los recuerdos yacen en la presencia del forraje verde chillón que se carcome debajo de las serpientes escamosas de piedritas chicas, que la gente le llama caminos. Árboles que morirán algún día con mil secretos guardados. Ellos saben lo que hicimos y también lo que pensábamos. Ellos invocan a las lágrimas cuando ven que la desdicha es evidente e incuestionable en un alma sensible.

Él va a clases de vez en cuando, y sólo porque no puede pensar todo el día. Pensar también cansa, por eso la universidad es una fuente de descanso mental. Tiene algunos detalles grotescos, bizarros y arrogantes, pero es un descanso mental. Temporal. Ocasional. Porque cuando Él sale de clases, sí de sus aburridas clases, con aburridos, raros y soberbios compañeros y con aburridos, raros, soberbios y estúpidos profesores, Él va a ese Parque Forestal, todos los días. Es su costumbre y las almas en pena lo apodaron de "El Loco del Forestal". Él se sienta en una banquita de madera verde, que parece que quisieran decir: No pongas tu trasero en mi verde dignidad. Él hace como que lee un libro. En estos tiempos todos son intelectuales y tienen grandes cerebros. Todos los que usan lentes son profesionales. Él sabe a lo que va, sabe que se está autocrucificando. Él mismo se clava en su propia cruz.

Y Él la ve pasar, todos los días. A veces va con otros, a veces pasa. A veces siento que mira, recurrentemente y detrás de esas falsas sonrisas también comparte esa tristeza del desequilibrio, pronunciado y reiterado, del quiebre de la dependencia y la reciprocidad.
De vez en cuando, Él cree que ella lo mira de reojo. Pero ella no sabe que Él está ahí.

Luego de que pasa por delante de sus ojos, que alguna vez estuvieron mirándose frente a frente en la más íntima habitación, los árboles invocan a las lágrimas, y el viento lo vuelve a abofetear. Y Él cree que ella está feliz, que por fin está conociendo el mundo, y que Él ya no es necesario para guiarla más.

Hace un poco más de un año, Él decidió cuidar a la que parecía su pequeña hija, y la llevaba de la mano por una ruta feliz, de flores y corazones. Él le mostraba lo que era bueno y lo que era malo, Él la defendía de quienes intentaban herirla, y la apoyaba en sus nuevos desafíos. Él siempre estuvo ahí cuando el fracaso golpeaba a su puerta, y Él le mencionaba, una y otra vez: Vamos, tú eres la mejor!!! Sucesivamente pasaban estas cosas y Ella iba aprendiendo. Ella era ágil y muy inteligente... no necesitaba que le enseñaran las cosas dos veces. Ella siempre recordaba. Pero todo se volvió repetitivo, y Él no quería que le pasara nada malo a su pequeña, pero Ella ya no era pequeña. Ella se liberó y Él quedó con el alma rota. A Ella se le acabó el amor y se alejó, así son las distracciones inoportunas de la vía a seguir. Él no se rindió y a pesar de estar deprimido por un tiempo.. Él la buscó. Ella le dio una nueva oportunidad, pero Ella ya había conocido a alguien más, a muchas personas más. Ahora Él era el indefenso y el temeroso a perderla y Ella seguía su camino, mirando de vez en cuando hacia atrás para ver si Él seguía ahí. Ella debió haberlo tomado de la mano tal cual como Él lo hacía cuando Ella era indefensa. A Ella le avergonzaba que sus conocidos y sus amigos la vieran con Él, pero no le importaba, y Él seguía atrás de ella. Hasta que Él se dio cuenta que Ella no le retribuía nada de lo que Él le demostraba. Él se cansó en ese momento, Ella se cansó hace mucho. Él todavía la ama, Ella no sé. ¿Se pueden imaginar la sensación que tienen los padres cuando los hijos se van de la casa y son independientes, y ellos, que los cuidaron durante largo tiempo, se quedan solos y no saben qué hacer? Así se siente Él ahora. Pero Ella tiene que vivir y ser independiente. Cuando Él se haya ido muy lejos y no esté más, Ella querrá volver a sentir sus abrazos... pero Él ya habrá desaparecido.

Y no llovió. Esta vez las nubes jugaron en contra de todo propósito concreto y determinante. Si llueve o está soleado, el proceso está completo. Pero si el día está nublado como hoy, queriendo llover, el proceso queda abierto, y el ambiente es meláncolico, y por eso las nubes juegan en contra. No queda otra que esperar un poco, esperar a que ella se aleje hacia el oeste o el poniente... como sea, mientras más lejos esté, es más seguro retornar a casa, a esa pieza oscura que nadie conoce. Los semáforos siempre están en verde, y la gente corre como comadrejas escudriñándose entre ellas, acá el más popular gana. Pero no importa, a veces ser un perdedor te convierte en el ganador de los arrogantes que no quieren reconocer su derrota, pero eres un ganador sin duda.

A esta hora del ocaso, las nubes acribillan al sol que muere hasta mañana, o quizás hasta el próximo verano. A esta hora del ocaso Él regresa a su oscuro cuarto, a barrer los trozos de vidrio que aún quedan en el suelo, de una cajita en donde alguna vez vivió una linda muñeca de porcelana...